Argentina
30 de abril de 2025
Martín Uribelarrea, Breeder de Maíz en Bayer, explica los factores que guían la selección genética y cuenta cuáles son las exigencias del productor argentino.
El maíz es un cultivo central en la agricultura argentina y está llamado a seguir siendo un eslabón estratégico en el desarrollo de todo el interior productivo. A partir del cereal se construyen complejas cadenas de valor vinculadas con los alimentos y la energía, que tienen como resultado final la creación de empleo, el ingreso de divisas y el crecimiento económico.
Pero para que todo eso sea posible hace falta un proceso previo a la cosecha del grano, incluso anterior a la siembra del cultivo: se trata de la selección genética de los híbridos.
Para conocer de primera mano cómo se realiza ese trabajo en Argentina conversamos con el doctor Martín Uribelarrea, ecofisiólogo y breeder de maíz con una amplia trayectoria en la selección genética del cereal, quien nos contó cómo funciona el programa de Bayer -que ya lleva más de 60 años en el país-, cuáles son los pasos que un híbrido debe cumplir para llegar al mercado, cuáles son las exigencias del productor argentino y qué tendencias observa para los próximos años.
“Hablamos de un proceso que puede llegar a tardar ocho años, y un poco el objetivo nuestro es poder cumplirlo en el menor tiempo posible pero a su vez que cada paso que damos sea lo más firme posible”, adelanta el especialista, y agrega: “Lo queremos pensar como un círculo virtuoso, porque yo desarrollo una genética y esa genética comercial, ese lanzamiento pasa a ser mi nuevo punto de inicio para otro ciclo de mejoramiento, y así sucesivamente”.
Uribelarrea explica que en el programa de mejoramiento existen objetivos de corto plazo y de mediano plazo. Por un lado hay que alimentar año a año el portafolio de productos para satisfacer distintas necesidades del mercado, y a su vez hay que avanzar en búsquedas que no muestran un sentido claro en lo inmediato pero hacen que el programa sea sustentable en el tiempo.

Para que estas dos cuestiones se den, el especialista explica que hay tres pilares o engranajes que están interrelacionados.
-
Primero y principal, tener objetivos claros y validarlos con el negocio año tras año. “Mi capacidad de maniobra es limitada y dentro de ese proceso de ocho años el mercado puede cambiar, entonces yo me puedo dedicar a desarrollar un producto que para cuando llega a la fase comercial ya no es tan interesante. Por ejemplo, hace diez años el área de maíz en Argentina era un 70-80% de siembra en septiembre/octubre y un 20-30% en diciembre. Ahora es mitad y mitad o hasta invertido, un 60% en diciembre y un 40% en octubre, y eso trae aparejadas distintas situaciones que el cultivo experimenta hacia fin de ciclo que hacen que ciertas características que antes no eran tan relevantes, ahora sí lo sean. El ejemplo más claro es el quebrado de tallo, o una enfermedad foliar como es el tizón, entre otras. Entonces yo esos objetivos los tengo que ir validando para hacer ajustes”.
-
El segundo de estos engranajes es la llamada “variabilidad genética”. El programa de Bayer cuenta con germoplasma adaptado, competitivo, parentales que dan origen a los materiales competitivos que la empresa ofrece hoy en sus distintos portfolios, y esas cruzas son las que a corto plazo más exitosas van a ser, pero es necesario reservar un porcentaje de germoplasma que tiene alguna característica puntual que sea necesario incorporar al programa, aunque no sea tan directo el uso. “Por ejemplo, nosotros venimos seleccionando tolerancia genética al virus de Mal de Río Cuarto -endémico de la zona sur de Córdoba- hace 40 o 45 años. Ningún otro programa de mejoramiento del mundo seleccionó para esta característica, entonces, si yo traigo germoplasma de otras geografías y lo uso directamente en Argentina puedo llegar a tener problemas serios porque voy a estar desarrollando productos que no están adaptados a esta región. Pero los materiales de afuera también me traen cuestiones que yo quiero incorporar, como un mayor potencial de rendimiento en ciclos cortos -con germoplasma que venga de Europa o Estados Unidos- o una mayor tolerancia a enfermedades foliares -con materiales tropicales seleccionados en ambientes cálidos-. Entonces, la diversidad es una estrategia que alimenta la longevidad del programa de mejoramiento”, explica.
-
El tercer engranaje es la selección propiamente dicha. “Son estas herramientas que me permiten seleccionar y separar todos aquellos atributos que quiero incorporar en mi germoplasma y dejar de lado aquellos que no me agregan valor o me pueden llegar a traer algunas complicaciones. En este último engranaje es donde mayor avance ha habido en los últimos años con la incorporación de información genómica, modelos predictivos e inteligencia artificial que me permiten analizar y tomar decisiones con una base de datos mucho más amplia”.

-Estos avances traen aparejada la necesidad de contar con distintos perfiles profesionales dentro del programa. ¿Cómo se conforma tu equipo?
-Estas nuevas herramientas han traído una necesidad de un montón de perfiles profesionales distintos que antes no eran tan relevantes. Históricamente el mejorador seleccionaba solamente en base a lo que veía en el campo, a notas que tomaba en el campo, entonces se concentraba todo el conocimiento en una sola persona. Ahora necesitás gente que sepa de programación, gente que sepa de estadística, gente que sepa de patología vegetal. Hay muchos puestos que son absolutamente claves que tienen que ver simplemente con la planificación de los procesos, es tan compleja la maquinaria que tener una planificación, una trazabilidad de todos los procesos es clave.
-¿Cómo se distribuye el programa de breeding en Argentina?
-Bayer tiene dos estaciones experimentales en el país, la principal en el partido de Pergamino y otra en Las Vertientes, en Río Cuarto. Ahí se hacen todos los ensayos con líneas parentales, líneas endocriadas. A su vez, manejamos más de 50 localidades de testing donde llevamos a cabo los ensayos comparativos de rendimiento distribuidos a lo largo del país, tratando de copiar la distribución geográfica que tiene la siembra de maíz comercial, imitando las fechas de siembra, las prácticas agronómicas que usan… para ir seleccionando en un ámbito que es relevante a lo que después va a hacer un productor con uno de los híbridos que le hacemos en nuestro programa.
-¿Cuáles son hoy las principales tendencias que están detectando en el horizonte y que los hacen elegir criterios para la selección de híbridos?
-Nosotros tenemos que estar constantemente tratando de avizorar con ocho años de anticipación qué va a hacer el productor. El productor argentino, en su mayoría, tiene dos características que lo separan de un productor en Estados Unidos u otras partes del mundo. En primer lugar, valora muchísimo la estabilidad del rendimiento, me atrevería a decir que casi más que el potencial de rendimiento. El productor acá quiere garantizarse la cosecha. Pero a su vez, siempre está ávido de lo nuevo, es un adoptador serial de nuevas tecnologías de producción, sobre todo el productor que siembra híbridos Dekalb. Es muy consciente en el uso eficiente de insumos para la producción, de cómo sacarle el jugo a cada práctica tecnológica que tenga a su disposición, y es un productor que conoce mucho la fisiología del maíz. Esa característica hace que sea muy fácil hablar con los productores pero también muy difícil, porque son muy incisivos al momento de plantear una queja o una necesidad. Realmente saben de lo que hablan.
-Una de las novedades que empiezan a asomar en el horizonte de las próximas campañas es el maíz de baja estatura (el sistema Preceon). ¿Qué ventajas trae para el productor?
-El maíz de baja estatura viene a traer dos mejoras respecto a lo que llamamos el maíz estándar o el maíz alto. En primer lugar tiene una tolerancia mucho mayor al quebrado de caña, un problema al que se expone el cultivo con la siembra de diciembre por tener que enfrentar más tormentas en el otoño, una tasa de secado más baja, y estar el maíz más tiempo en el campo. El maíz de baja estatura trae una mejoría muy sustancial a esta característica. Y en segundo lugar, permite el ingreso al cultivo en estadíos más avanzados. Cualquier productor sabe que la fertilización nitrogenada en maíz no va a tener la misma eficiencia aplicándola a la siembra que aplicándola en ocho hojas, que es cuando el maíz realmente lo necesita, pero el problema es logístico. Con el maíz de baja estatura la ventana de entrada al cultivo se extiende casi por 20 días más, lo cual hace posible esas aplicaciones más selectivas que puede ser de fertilizante, insecticida, o un fungicida.
-¿La chicharrita Dalbulus maidis es parte de la agenda del programa de breeding?
-La chicharrita siempre estuvo en la agenda del programa de mejoramiento en Argentina. Tenemos un programa de mejoramiento para el área templada y otro programa de mejoramiento para el área subtropical de Argentina, donde hace ya diez años que venimos seleccionando tolerancia a spiroplasma. A su vez en el área norte tenemos desarrollo de productos específicos donde la tolerancia a spiroplasma es casi tan importante como para los templados la tolerancia a Mal de Río Cuarto, es una característica prioritaria de selección. Y por otro lado, le venimos dando muchísima importancia a lo que es la estabilidad de rendimiento, a que los maíces mantengan niveles productivos en ambientes más adversos, y eso indirectamente también le da mejor performance a nuestra genética ante esta enfermedad. Conocer el mercado en su totalidad e ir seleccionando maíces de amplia adaptabilidad es lo que nos ha dado un plus al momento de desarrollar productos ante esta tormenta perfecta que se dio la última campaña para la expresión de spiroplasma.
-¿Cómo sintetizarías las claves para acercarse al éxito en un programa de mejoramiento genético?
-Creo que gran parte del éxito de un programa de mejoramiento es conocer tu mercado, conocer al productor, tratar de anticiparte a lo que va a hacer el productor, y después ser prolijo y metódico en las decisiones que uno toma. No apurarse, avanzar sobre pasos seguros, ser paciente. A veces nos cuesta cuando discutimos con el área comercial que vive de campaña en campaña, pero yo tengo que poner paños fríos, prefiero tardar tres años, cuatro años, pero hacerlo bien, porque hay toda una imagen de la marca, un productor que compra una semilla Dekalb sabe lo que hay detrás, y somos responsables como empresa de cuidar la imagen de esa marca.
Esto fue un vistazo introductorio al enorme trabajo que hay detrás de la selección genética del maíz, con el objetivo de mejorar la productividad de los agricultores. En una próxima entrega pondremos la lupa sobre la fase de producción de las semillas, aquella en la que la genética seleccionada por los breeders es reproducida para llegar en tiempo y forma a los lotes de toda la región.

DESTACADOS
“Hace diez años el área de maíz en Argentina era un 70-80% de siembra en septiembre/octubre y un 20-30% en diciembre. Ahora es mitad y mitad o hasta invertido, un 60% en diciembre y un 40% en octubre, y eso trae aparejadas distintas situaciones que el cultivo experimenta hacia fin de ciclo que hacen que ciertas características que antes no eran tan relevantes, ahora sí lo sean”.
“La diversidad es una estrategia que alimenta la longevidad del programa de mejoramiento”.
“Históricamente el mejorador seleccionaba solamente en base a lo que veía en el campo, a notas que tomaba en el campo, entonces se concentraba todo el conocimiento en una sola persona. Ahora necesitás gente que sepa de programación, gente que sepa de estadística, gente que sepa de patología vegetal”.
“El productor argentino siempre está ávido de lo nuevo, es un adoptador serial de nuevas tecnologías de producción. Es muy consciente en el uso eficiente de insumos para la producción, de cómo sacarle el jugo a cada práctica tecnológica que tenga a su disposición, y es un productor que conoce mucho la fisiología del maíz”.